Durante los últimos treinta años la piscicultura ha tenido un gran crecimiento en México, especialmente en zonas rurales. Sin embargo, la mayor parte de granjas piscícolas cultivan especies exóticas, potencialmente invasoras. Los ecosistemas acuáticos ubicados en la región conocida como Selva Lacandona localizada en el estado de Chiapas, al sur de la República Mexicana, es considerada un centro de alta diversidad biológica, en donde habita una de las ictiofaunas más diversas y mejor conservadas, con más de sesenta especies registradas de peces nativos, que equivale al 12% de toda la ictiofauna de agua dulce registrada en México. Sin embargo, esta riqueza íctica se encuentra amenazada por la sobrepesca y la introducción de especies exóticas derivadas de la operación de unidades piscícolas que cultivan este tipo de especies. En este contexto, la Universidad Autónoma de Nuevo León en coordinación con Natura y Ecosistemas Mexicanos, A.C. y la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, diseñaron un programa de piscicultura rural que conjuga la producción de alimentos de alto contenido proteínico con la protección de los ecosistemas acuáticos, que utiliza especies nativas como la tenguayaca (Petenia splendida) y la castarrica (Cichlasoma urophthalmus), y contempla la aplicación de medidas de bioseguridad en la operación de las unidades de producción. Durante el ciclo de cultivo se realizó el monitoreo de parámetros de la calidad del agua, el registro de datos biométricos de los organismos en cultivo y la evaluación de la productividad, además de observar el comportamiento de la precipitación pluvial y la temperatura ambiente.
Los resultados obtenidos demuestran que la piscicultura que utiliza especies nativas es técnicamente factible y económicamente rentable, además de que genera un bajo impacto ambiental. El modelo de producción diseñado tiene características que le permiten ser replicado en zonas con características ambientales y sociales similares.