El langostino malayo Macrobrachium rosenbergii se introdujo a México a principios de la década de los setentas y durante varias décadas se promovió su cultivo a través de diferentes dependencias gubernamentales, como una manera de diversificar la oferta acuícola nacional. Aunque la academia y el sector privado se involucraron, las cifras oficiales muestran que únicamente se registró producción durante el periodo que va de 1995 a 2016. Durante esas dos décadas, los volúmenes de producción reportados nunca lograron superar las 300 toneladas anuales. Pero algo ocurrió después y la especie dejó de producirse. La evidencia sugiere que los pocos criaderos del gobierno y privados dejaron de producir y ofertar postlarvas, lo que ocasionó el colapso de la incipiente industria.
El escenario nacional ha cambiado. Las especies nativas de Macrobrachium que tradicionalmente soportaban pesquerías artesanales en México (M. americanum y M. tenellum, en el litoral del Pacífico; M. carcinus y M. acanthurus, en el litoral del Atlántico) han disminuido drásticamente, principalmente por sobreexplotación y destrucción de su hábitat. Actualmente, los precios de estos crustáceos dulceacuícolas en el mercado nacional son muy elevados y la creciente demanda está siendo atendida por producto importado, principalmente de Asia.
Con la intención de rescatar el cultivo del langostino malayo en México, se colectó material biológico de algunas granjas en el sureste del país, remanente de los lotes que fueron diseminados para su engorda por los últimos laboratorios que estuvieron en funcionamiento. Los organismos fueron trasladados a Veracruz para seleccionar reproductores. A partir de las técnicas convencionales de producción de postlarvas a nivel internacional, se adaptaron y evaluaron sistemas de producción que fueran fácilmente adoptados por pequeños productores. Mediante alianzas público – privadas, se ha promovido el establecimiento de nuevos laboratorios de producción de postlarvas, principalmente en el sureste del país, que han comenzado a diseminar la semilla entre productores interesados. En la actualidad existe en ese territorio una enorme cantidad de infraestructura para cultivo de tilapia, que tiene el potencial de ser utilizada como policultivo con langostino, para gradualmente volver a posicionar la especie como una alternativa rentable, que al mismo tiempo ayude a disminuir la presión sobre los recursos nativos.